Autor: Jean-Pierre
Alaux, Noël Balen
Título
original: Le sang de la Vigne – Saint Pétrus et le saigneur
Editorial:
Maeva, 2006
Encuadernación:
Rústica
ISBN:
9788496748002
Páginas: 152
Este lo
leí por casualidad (como otros tantos, para variar), de entrada porque me
llamaba la atención por su género y porque Maeva siempre trae títulos que
suelen interesarme.
Decir que
es parte de una saga y que este es el segundo, sí, empecé bien… pero se pueden
leer individualmente sin problema, no hay nada que haga al lector perderse, si
acaso un par de referencias a modo comentario entre personajes y poco más.
Empezamos
con nuestro protagonista: un reputado enólogo, Benjamin Cooker, entrado en
carnes y en plena dieta, impuesta por su mujer, por lo que tendremos a este
pobre hombre a lo largo de todo el libro quejándose porque le sale sopa de col
por las orejas (y no es para menos). El caso es que es nuevamente solicitado
por el comisario Barbaroux, al que –parece ser- ayudó en el libro anterior a
resolver un crimen.
Se trata
de un anciano asesinado de manera bastante grotesca, se nos dan ciertos
detalles aptos para todo tipo de estómagos pero que me han gustado bastante;
además, como peculiaridad (y aquí entra Benjamin, con su ayudante Virgile), el
homicida ha dejado en la escena del crimen doce copas vacías a excepción de
una, todas expuestas en forma semicircular. La única copa llena, lo está de un
vino bastante peculiar a la par que exquisito: un Petrus.
Cuando
aparece el segundo cuerpo y con él dos copas llenas, comprenden que están ante
un asesino en serie… de muy buen gusto en cuanto a vinos.
Algo que
llama la atención es lo cortito que es el libro, sin ser precisamente de letra
pequeña, pero realmente no escatiman en detalles en ningún momento, vas
paseando por la historia sin la sensación de que esté a medias ni contada de
manera atropellada, sino todo lo contrario. Buen punto.
Tenemos
una investigación en marcha, con cadáveres y demás variedades que se van dando
a cuentagotas y a su vez muchos cabos sueltos, con pocas pistas… salvo el vino
(a mí el que fuera un Petrus me dejó igual, pero basta decir que no tengo ni
puñetera idea de vinos, los disfruto con una charla y buen queso, eso sí, pero
no me pidáis más).
Me han
gustado especialmente los personajes, me han parecido muy simpáticos, tanto la
pareja de enólogos como el comisario combinan muy bien, teniendo todos ellos
caracteres muy diferentes.
Un libro
bastante fluido y muy entretenido, con un desarrollo de investigación nada
típico, donde se van encontrando pistas y demás de manera muy casual sin dejar
de ser creíble. Me ha parecido bastante curioso este aspecto.
Muy
recomendable, perfecto para un par de tardes.
Y sí,
espero leer el anterior, que da inicio a esta saga.