Autor:
Maria Gripe
Título
original: Glasblasarns Barn
Editorial:
SM, 1980
Encuadernación:
Rústica
ISBN: 9788434808595
Páginas:
192
Alguna
vez he dicho por aquí que fui –y soy- muy Barco de Vapor, fueron libros de mi
infancia y los recuerdo con gran cariño… de hecho guardo todavía los míos.
Si hay
una escritora que conocí gracias a esta colección, es Maria Gripe, me encanta,
así que cuando vi este libro en mi librería habitual, con esa edición, a ese
precio… se vino a casa.
No he
leído todos sus libros, pero los que han caído en mis manos coinciden en lo
mismo: sí, son cuentos, pero no son los típicos cuentos infantiles chorra, creo
que tratan temas bastante adultos –teniendo en cuenta para la edad para la que
supuestamente están escritos-.
En
esta ocasión, tenemos a Albert y Sofía, un matrimonio más que humilde que
sobrevive como pueden en su casita. Albert se dedica a fabricar preciosas
piezas de cristal que no consigue vender, y ya es raro, pues es un material
único al que dedica muchas horas del día. Y es que el vidrio es su pasión,
tanto es así, que sus hijos se llaman Klas y Klara, debido a que los nombres le
recuerdan en cierto modo a su adorado material.
La
familia trata de salir adelante, aún sin tener apenas ganancias en las ferias a
las que su padre asiste, incluso los niños tratan de ayudar como pueden.
En
medio de todo esto, tenemos una pareja de personajes que me encantaron desde el
principio: Aleteo Brisalinda –una hechicera con los ojos color menta que
realmente no se llama así- y Talentoso, un cuervo que la acompaña día y noche
–y que sólo tiene un ojo… un ojo que sólo puede ver las cosas buenas (el otro,
por el que veía las cosas malas, lo perdió hace tiempo)-.
La
mujer intenta ayudar a la familia cuando Albert le pide que le diga la
buenaventura… pero no es precisamente felicidad lo que la hechicera visiona.
Así,
nos metemos de lleno en un cuentito que destila egoísmo a raudales, toques de
esperanza, amor, una mansión siniestra que se encuentra en la Ciudad de Todos
los Deseos, dos niños perdidos que se encuentran con los Niños del Espejo… un
cuento con hechicera, ¡que no puede faltar! Y que, debo decir, me ha gustado
mucho.
Ilustrado
por el marido de la autora, Harald Gripe, se nos acompaña a lo largo de esta
lectura nostálgica, de esas con lecciones de por medio, que fue galardonada con
el Premio Hans Christian Andersen en 1974, además de ser declarado Libro de
interés infantil por el Ministerio de Cultura (reconocimiento que desconocía,
por cierto).
Como decía,
una escritora de mi infancia que siempre me ha gustado mucho, así que no dudo
en recomendarla… aunque ya se nos haya pasado la edad.