Título:
Harry Potter y la piedra filosofal
Autor: J. K. Rowling
Título original: Harry Potter and the Philosopher’s
Stone
Editorial:
Salamandra, 1999
Encuadernación:
Tapa dura
ISBN: 8478884459
Páginas:
255
Pues
no, todavía no había leído Harry Potter. Empecé a ver la primera peli (hace
mil) y la quité a la mitad; tenía que leer el libro antes de verla.
Rarezas
mías.
Tengo
que decir que no puedo arrepentirme más de no haberlo leído en su día… ¡porque
me ha flipado! Hacía mucho tiempo que un libro no me enganchaba tanto como para
que me diera pena terminarlo, es más, tengo que decir que lo he ido alargando
para que durase más.
Lo
recomiendo desde ya.
Y así,
a mis casi 29, recibo por fin mi carta a Hogwarts, como no podía ser de otra
forma, vía lechuza.
Resulta
que para ser alumno de este colegio interno de magia y hechicería, hay que
atravesar el muro que nos lleva al andén 9 ¾
de la estación King’s Cross.
Así
que allá voy con mi carrito repleto de utensilios de lo más variopinto: tres
túnicas negras, un sombrero puntiagudo, guantes, un caldero de peltre, un
telescopio, una varita que antes me ha elegido a mí como dueña, una balanza,
mis libros para el curso… ah, y mi lechuza, no podía irme sin mascota. Por
supuesto, todo esto lo compré con antelación en el callejón Diagon, aunque ates
tuve que sacar algo de dinero de Gringotts, claro.
Ya en
la magnifica locomotora, conozco al tal Potter, un niño ultra famoso por haber
derrotado a Voldemort (perdón, es el nombre impronunciable, quedáis avisados);
aunque ni él mismo se acuerde de cómo, para muestra, la cicatriz de su frente,
en forma de rayo. Ha estado (mal)viviendo con sus tíos, los Dursley, que
obviamente son muggles y lo han querido criar como tal. Qué cosas.
Me
encuentro también con Ron, un pelirrojo algo tontorrón, con una rata como
mascota y hermanos mayores en la escuela; Hermione, una niña un poco petarda y
marisavidilla que ya se ha empollado casi todos los libros que debemos usar a
lo largo del curso; Neville, un chico llorón que había perdido su sapo y no
daba con él; Malfoy, siempre acompañado de dos grandullones, con este hay que
tener cuidado, que si no le bailas el agua no está contento, además su familia
pasó al Lado Oscuro con Vold… ya sabéis.
Hagrid,
un tipo tan entrañable como enooooorme que trabaja ayudando en Hogwarts, nos
lleva hasta allí y nos informa de que en breve será la Ceremonia de Selección,
aunque antes conoceremos a la profesora McGonagall, que nos acompañará por el
castillo, donde por cierto, las escaleras son cambiantes, los cuadros hablan y
los fantasmas de antiguos hechiceros se pasean como si nada.
Aquí,
nos ponen el Sombrero Seleccionador uno por uno para saber a qué casa vamos a
pertenecer durante nuestra formación. ¿Será Ravenclaw? Mmmm… ¿Hufflepuff? Buf,
qué pereza, espero que no. ¿Slytherin? ¡No por favor!... Voy a Gryffindor
¡¡bien!!
Después,
con Albus Dumbledore, el director, cantamos el himno de Hogwarts y a comer se
ha dicho, debemos descansar para lo que nos espera mañana.
Estoy
ansiosa por empezar mis clases: Pociones, Transformaciones, Defensa contra
Artes Oscuras, Vuelo… ¡qué emoción!
Hasta
asistimos a un partido de Quidditch, parece que Potter es un hacha en este
deporte, y eso que no tiene ni escoba propia (aunque me he enterado de que le
han regalado una Nimbus 2000, nada menos).
Sin
embargo, parece que ha pasado algo, no sé qué se está cociendo en el ambiente
pero no me gusta nada, incluso con trolls de por medio, algo no marcha bien y
creo que tiene que ver con el robo a Gringotts y un espejo de lo más extraño…
además Potter tiene una facilidad impresionante para meterse en problemas, ¡no
paran de pasar cosas! ¡Hemos visto hasta unicornios!
Estoy
deseando ver cómo termina todo, me quedan cosas que conocer sobre el pasado de este
chico, pues no acaba de aclararse como es debido y creo que es realmente
interesante.
Así
que ¡hasta el curso que viene! ¡Nos vemos en segundo!