Cuentan muchas lenguas, que allá por lejanas tierras, habitaba cerca de las playas una sirena.
Apenas se dejaba ver, salvo alguna noche que asomaba en la superficie, se sentaba sobre las rocas y observaba la luna menguante. Tenía negros cabellos, largos y lacios, los ojos color aguamarina y una larga cola de escamas y aleta rosadas. Los pocos que la vieron por las noches, casi todos marineros y pescadores, aseguran que jamás se la oyó decir palabra alguna, tan sólo miraba al cielo mientras el agua salada salpicaba su piel y hacía brillar sus escamas.
Una noche de tormenta, fue capturada por las redes de un barco pesquero. Se desplomó sobre la cubierta, junto con cientos de pescados y manojos de algas, quedándose quieta y sin mediar palabra. Oteaba hacia todos lados, expectante y temblorosa, con su mirada azulada fija en los marineros.
Entonces él se acercó, con sonrisa tierna y expresión tranquila, preguntándola si se encontraba bien y prometiendo no lastimarla. La miraba fijamente sin creerse que un ser así existiese en verdad, acariciando sus brazos gélidos cubiertos de escamas.
Al ver el muchacho que aquel ser era inofensivo, comunicó lo ocurrido a la tripulación; ella parecía bastante apacible y de seguro que los demás querrían verla. Y era tan bonita… de pechos turgentes y facciones encantadoras, la cintura esbelta y delicadas curvas; pero ahí donde debía estar su pubis, nacía una larga cola de pez, en cuyo extremo se veía brillar algo parecido a un anzuelo ya oxidado por el tiempo y el agua.
Al punto donde se encontraba el chico empezaron a llegar los marineros alborotados. Nunca habían visto nada igual. Todos querían contemplarla, tocarla, saber si era real. Ella no podía hacer más que desplazarse con ayuda de los brazos y pequeños coletazos, y en esos momentos retrocedía asustada, con los ojos muy abiertos y sin mediar palabra ni sonido alguno.
Tras un momento, alguien detrás suyo quiso asirla por la cola, y como acto reflejo ésta dio un latigazo en el aire, produciéndole al marinero un profundo corte en la cara. El hombre quedó de piedra, observando a la criatura mientras la sangre goteaba sobre el suelo de madera. Las risas y burlas del resto de los marineros desaparecieron al ver como la sirena lamía la sangre y les observaba con un brillo extraño en los ojos.
El joven que la recibió en un inicio, la susurraba que no se asustase, que no debía tener miedo. Era tan delicado con ella. Limpió el hilillo de sangre que chorreaba de su boca mientras el marinero, aturdido, blasfemaba a voces y andaba a trompicones por la cubierta.
De nuevo comenzaba a llover y los navegantes hablaban sobre qué hacer con ella. A la mayoría se les hacía la boca agua fantaseando con el dinero que podrían ganar montando el circo necesario para atraer el mayor número de curiosos.
Tras llegar a un acuerdo momentáneo, un par de ellos fueron a buscar un par de sogas con las que atarla a la vez que el resto la rodeaba con lentitud y precaución. El joven seguía a su lado, mas ella cada vez estaba más asustada; respiraba nerviosa, violenta, y dejaba escapar algún chirrido de su garganta, que de ningún modo parecía alentador.
A la vez que los marinos se acercaban, se mostraba más exaltada.
Estos aseveran que la ira tornó sus cabellos retorcidos y glaucos y sus ojos violáceos.
Cuando el chico la agarró por la muñeca, tratando de tranquilizarla, ésta soltó un gruñido gutural, que hizo al chaval temblar de miedo. Acto seguido, perdió la mano de un bocado.
Entonces, un extraño aullido violó la noche.
Todo era confuso. Llovía con fuerza y los hombres corrían despavoridos por el barco, mientras otros, desmembrados, caían a plomo, con la sangre manando de sus cuerpos. La sirena se arrastraba por el suelo a una velocidad pasmosa, en una visión terrorífica, con ayuda de la cola y los brazos, bramando palabras ilegibles y abalanzándose sobre el que podía.
El navío amaneció en calma, regado de sangre y cadáveres desparramados, todos ellos faltos de vísceras y algunos miembros. Sin rastro de la sirena.
Los pocos marineros que quedaron con vida aseguraron que su furia era tanta o más potente que su belleza, y que sus berridos podrían acabar con los tímpanos de cualquiera.
Días más tarde, hubo quien afirmaba haber encontrado de buena mañana a orillas del mar algo parecido a las entrañas de algo o alguien, e incluso alguna mano verdosa, desgarrada y ya medio deshecha.
Aún hoy, mucho tiempo después de lo sucedido, aparecen en la costa marineros destripados en las noches de luna menguante.
11 comentarios:
¡Me ha encantado! Y es que después de ese idílico y sugerente inicio, para nada me esperaba ese desgarrador final. Bonito, bonito te ha quedado este relato.
Besotes!!!
Vaya final! Me ha encantado, un relato precioso!
Le has dado un giro imprevisto e implacable, de historia romántica a relato de terror, muy bueno y sobre todo muy bien escrito, posee naturalidad y fluye expontáneamente. Atrás ha quedado la historia de la sirena dócil e indefensa, como en la Odisea estás eran realmente monstruos que buscaban que los hombres se ahogaran. Un abrazo.
Mario.
wow! esta sirena me encantaaaaa!
tan dulces y perfectas que se las pinta en los cuentos, la tuya es antagónica a lo usual!
APLAUSOS SHORBY!!!!!
UN ABRAZO MUJER
Muchas gracias a todos por comentar el relato!!
Me alegro de que os haya gustado =)
La verdad es que las sirenas y las ninfas son de mis personajes de fantasía favoritos ^.^
Besotess
¡Me ha encantado el relato! Los cantos de sirena a los que no debemos prestar atención. Esta sirena me ha gustado ...
bsos!
Un relato que me ha encantado. Además de escribir buenas reseñas, veo que también eres buena escritora.
Rosalía, gracias =)
Siempre me han gustado las sirenas con ese puntito de mala leche jejej
Espe, muchas gracias, aunque lo de los relatos lo tengo más abandonado... =)
Besotes!
EINS.... ESTO ESTA MUY , PERO , QUE MUY BIEN .TIENES MAGIA EN LOS DEDOS ...TE SIGUO LEYENDO..
Muchas gracias AN!!! =)
Las sirenas son así, animales salvajes poco amigos de injerencias humanas. No te fíes de las chillonas ni mucho menos de las calladas. Gracias por el relato. Saludo.
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