martes, 14 de diciembre de 2010

Relato: Sonajero

Este relato lo escribí hace bastante, para un juego que hacemos unos cuantos en una página web de cine. Consiste en elegir un tema, cada uno escribir un relato y después puntuar. El que gana, escoge el siguiente tema  =)
El tema en este caso era "fantasmas"...


Alicia vivía en un quinto sin ascensor. Últimamente con el embarazo le costaba bastante más subir o bajar escaleras, estaba ya de siete meses y tenía un barrigón considerable y los tobillos hinchadísimos, pero tampoco disponía de dinero como para permitirse el lujo de cambiar de piso a estas alturas, así que no quedaba otra.
Ángel, su pareja, debía irse de viaje de negocios durante tres semanas, le había comentado a su madre el ir a cuidar a la joven algunos días, ya que estaba un poco delicada… sin embargo Alicia decidió que no necesitaba a su suegra, pues se valía por sí misma.

La cuarta noche después de que Ángel marchase, a Alicia le costó bastante conciliar el sueño. Tenía mucho calor y sudaba a chorros, dando vueltas en la cama sin encontrar la postura adecuada para dormirse.
Cuando comenzaron a caérsele los párpados, un fuerte berrido la sobresaltó. Era el llanto de un niño. Muy cercano. Demasiado. Sobresaltada, se levantó de la cama, parecía que el crío estuviese en el salón de su casa… pero ahí no había nadie más que ella. Es más, en cuanto entró en el salón, el llanto cesó.
Se asomó a las ventanas, pensando que quizá alguna de sus vecinas habría sido madre hace poco, pero no recordaba ningún acontecimiento similar.
Cansada, bebió un par de vasos de agua y volvió a la cama. Tras un rato, se sumió en un sueño tranquilo.

Pasó la mañana siguiente colgada del teléfono, hablando con su madre y revisando mails del trabajo. Tras comer, notó las piernas cansadas y se tumbó en el sofá un ratito, dejando el portátil encendido en la mesita de cristal, con las Supremes sonando de fondo, a un volumen bastante bajo, permitiendo a Alicia relajarse con los ojos cerrados.
Poco a poco, sin que ella se diese cuenta, las Supremes fueron reemplazadas por un sonido extraño… poco a poco se fue haciendo audible. Era la risa de un bebé.
Alicia abrió los ojos sobresaltada y miró el portátil de reojo, el reproductor del pc seguía funcionando, el “Baby love” que éste marcaba, no era tal, sino unas chillonas carcajadas procedentes de los altavoces. El volumen cada vez aumentaba más.
La chica miró anonadada la pantalla a la vez que pulsaba el botón izquierdo del ratón, llevando la flechita blanca sobre la equis de la esquina superior. La música de fondo cesó. El bebé no.
Se incorporó torpemente y procedió a apagar el ordenador. La pantalla fundió en negro, pero el bebé seguía riendo a carcajadas. Alicia estaba bastante nerviosa, un sudor frío recorría su espalda y empapaba su frente. Con manos temblorosas, cerró la tapa de golpe. El crío calló.
Despacio, se tambaleó hasta el baño a refrescarse la cara con agua fría. Su respiración era agitada, pero poco a poco se iba tranquilizando. Sin embargo se miró en el espejo. Un bebé sonriente la observaba, con su pelito ensortijado y rollizos muslitos. De repente el bebé rompió a llorar con un chillido estridente. Ese chillido no tapó al de la propia Alicia, que tras esto cayó desmayada en el suelo del baño.

Abrió los ojos en plena oscuridad. Le dolía todo el cuerpo y tenía frío. El suelo del baño estaba helado y el agua corría en el gripo del lavabo. Giró de espaldas aturdida, con una mano en la barriga, algo se le clavaba en la cadera, levantándose despacito busco a tientas bajo su cuerpo. Algo de plástico. Mientras se levantaba con torpeza, ese algo resonaba pesadamente. Trac trac trac trac. Caminó despacio hacia la puerta del baño y dio la luz. Era un sonajero verde, con una bolita rajada y aparentemente avejentado. No tenía ni idea de dónde había salido y sin embargo le resultaba familiar.
Según observaba el juguete curiosa, repiqueteaba en sus manos. Trac trac trac. De repente recordó. Dejó caer el sonajero, y en el momento que éste se estampaba contra el suelo, un bebé en algún sitio de la casa, estalló en llanto.

Alicia despertó a las dos de la tarde, con un color de cabeza y un cansancio increíbles. Había tomado calmantes para dormir, pues esos lloros lo hacían imposible. Estaba muy asustada. No sabía como explicarle todo aquello a Ángel, era extraño y la tomaría por loca. Pero era real.
Caminó pesadamente hacia la cocina para tomar un poco de zumo. No tenía hambre, pero sí un feto al que alimentar. Al entrar en la cocina quedó de piedra. Sentado en una silla, un niño de unos tres añitos apoyaba su carita en la mesa, mirándola fijamente con grandes ojos amarronados. No sonreía, no parpadeaba, ni si quiera parecía respirar.
La chica no sabía qué hacer ni de dónde había salido ese crío, pero se acercó despacio sin dejar de mirarle. Sin más, el niño desapareció.
Azarada, abrió la puerta de la nevera, necesitaba refrescar la garganta y mentalizarse de lo que estaba pasando últimamente en su casa. En la puerta de la nevera, por dentro, colgaba el sonajero verde, que resonaba sin que nadie lo agitase. Cerró la puerta de golpe. Estaba sola en la cocina, tan sólo se oía su respiración y el trac trac del sonajero… y una risita de niño. Dándose la vuelta despacio, miró hacia la encimera con los ojos llorosos a causa de los nervios. El nene estaba sentado mirándola, con una media sonrisa dibujada en los labios y el sonajero en la mano.
Alicia salió corriendo de la cocina, gimiendo entre lágrimas y acariciándose la barriga para (pensaba ella) tranquilizar al feto.
Sobrecogida se sentó en la cama, pegada al cabecero y observando la puerta mientras intentaba respirar con más tranquilidad. Intentaba pensar en la situación, pero su cerebro carecía de neurona alguna en medio de todo ese histerismo.
El sonajero resonó a su lado. Miró a su izquierda, despacio y temblorosa. El niño estaba ahí, con su pelito ensortijado, esta vez no sonreía, tenía la mirada seria y los brazos colgando, sonajero en mano. Trac trac trac trac. Alicia lo miraba sin saber que hacer, estaba temblorosa y prácticamente hiperventilando. Trac trac trac.
De repente, un fuerte pinchazo en su vientre. Se sobresaltó y automáticamente colocó sus manos en la barriga. Acto seguido miró al crío, que ahora sonreía con malicia. Alicia lloraba asustada, un segundo pinchazo aún más fuerte la hizo saltar en la cama. Entonces el niño empezó a gritar.

No supo exactamente en qué momento se quedó dormida. Le dolía mucho la cabeza y temía por su feto. Sentía un dolor leve en la barriga y estaba mareada. Pero no había ni rastro del niño.
Pasó el día más o menos tranquila, de vez en cuando se sobresaltaba con algún ruido leve que oía en el piso de abajo. Tomó un par de valerianas, no quería ingerir más tranquilizantes, ya que no sabía si podrían ser dañinos para su futuro hijo. Su bebé… sin querer, empezó a recordar cómo hace casi diez años, Ángel la regaló un sonajero. Uno verde muy sencillito. Para el bebé que iban a tener entonces. Sintió algo tras ella, un murmullo. Alicia empezó a temblar. No quería darse la vuelta porque sabía qué se iba a encontrar, pero tampoco quería dar la espalda a la pesadilla. Lloraba aún sin moverse, pero no la hizo falta, pues un niño de unos siete años tomó su mano.
Alicia dio un respingo, llorando sonoramente entre pucheros que casi cortaban su respiración, mientras notaba que una manita aferraba la suya, apretándola cada vez con más fuerza. Miró al niño, que la devolvía el gesto con mirada sombría, extremadamente serio. Sin duda era el mismo que los días anteriores, solo que más crecido… y no la soltaba. La chica intentó zafarse, pero el niño apretaba cada vez más. La mano dolía. Ella suplicaba llorando. El crío solo la miraba meneando el sonajero con la otra mano.
De repente un “crac” en los dedos, sus falanges crujieron temerosas… en su vientre un pinchazo que la hizo caer de rodillas. Pero el niño no soltaba la mano de Alicia.
Cuando creía no poder sentir más dolor, sintió un fuerte golpe en la tripa. El mocoso todavía sin soltarla, le había pateado la barriga con brutalidad. Y se disponía a hacerlo de nuevo. Alicia chillaba, por su mano rota y su feto sietemesino, sintiendo un pavor incontrolable.
Tras un fuerte golpe en la cara, creyó desmayarse.

Era de día, tenía sangre reseca en los brazos y la cara. Se encontraba tumbada de lado y tirada en el suelo, el pelo alborotado, la ropa desgarrada y babeaba. Empezó a llorar sin ni si quiera levantarse, poniendo las manos en su barriga magullada.
Sólo oyó un trac trac antes de sentir el sonajero estampándose en su cara y partiéndola la nariz del golpe. Tras el grito desgarrado y la neblina de sus ojos, distinguió al niño, un poco mas crecidito, mirándola inmóvil, sentado en el suelo.
Y luego desapareció.

Ni rastro en todo el día, ni en el siguiente. Trató de comer algo y de pensar qué era lo que podía hacer, no podía salir así de casa e ir al médico ya que tendría que explicar toda la batalla ocurrida en su casa con un espectro que la golpeaba… no sonaba demasiado cuerdo. Se vendó la mano rota como pudo, aunque no podía hacer absolutamente nada con ella, intentó colocarse un dedo partido; el dolor era horrible, incluso se mareó un poco.
Tenía miedo por su bebé… pero tenía aún más miedo por el niño que abortó hace poco menos de diez años, el mismo que ahora se aparecía en su casa con aparente sed de venganza.

Llamaría a Ángel para pedirle que volviese un poco antes de su viaje, explicándole lo ocurrido por teléfono sin intentar ponerse demasiado histérica.
Tras coger el teléfono, simplemente logró articular un “Cariño, necesito…”, pues un sonido horriblemente familiar la interrumpió. Se orinó encima y comenzó a temblar nerviosamente. El chico subió un poco la voz al otro lado del teléfono, pensando que Alicia no le oía bien. Las últimas palabras que escuchó de su boca fueron “Dios mío”. Tras esto, un grito espantoso.

Cuando encontraron a Alicia, ella estaba tirada en el suelo, un montón de carne magullado y cubierto de sangre.

Cuentan que en ese mismo edificio, año tras año durante la primera semana de septiembre se escuchan los gritos de una mujer, y que esa misma mujer se aparece en los pasillos, chorreando sangre y líquido amniótico. Con un sonajero en la mano.

7 comentarios:

Anónimo dijo...

Está muy chulo Shorby! Pon alguna cosilla más de este estilo!

marbe dijo...

Que mal rollo da... desde luego si lo que buscabas era que fuera tétrico y de miedo psicológico lo has conseguido. Felicidades!! :)

Cuelga más cuando puedas que está muy chulo.

AN... dijo...

Que pasada me gusta ... Me imagino que la trilogía del grito la abras visto ... El relato es oscuro y lleno de la mejor esencia del miedo ... Si vas colocando esas imagenes en la cabeza , se queda un relato que te remueve ...el final lo mejor ,.. Bueno todo ... Me encantan las pelis de fantasmas , creo que tenemos alrededor un mundo invisible , que si lo viéramos nos volveríamos , a ser los mismos

Shorby dijo...

Pensaba que había respondido aquí a los otros comentarios, perdón!

La he visto, sí... me quedo con las japonesas (me gusta bastante el cine oriental).
Y "A l'interieur", si no la has visto y te gusta el cine de terror, te la recomiendo, es una pasada =)

Desde luego, no volveríamos a ser los mismos, estoy de acuerdo =)

Margari dijo...

Este relato se me había escapado. ¡Qué angustia me has hecho sentir! Te podrían contratar para hacer guiones de pelis de terror perfectamente...
Besotes!!!

Shorby dijo...

Este, aunque quede feo decirlo, me gustó bastante =)
La verdad es que más que los guiones, yo soy del maquillaje, de hacer que salpique sangre y eso xDD

Besotess

Margari dijo...

Vamos, que tú fliparías trabajando en Walking dead...
Besotes!!!